lunes, 13 de diciembre de 2010

Dentro

Afuera la lluvia golpea con furia los cristales empañados...la penumbra de la habitación deja apenas vislumbrar dos siluetas entrelazadas, fundidas... una sola.
Su universo  se había reducido a esa cama, mudo testigo de la pasión de sus cuerpos.
La respiración acelerada, el corazón de cada uno latiendo al unísono...
Las manos de ambos,  aferradas a la carne del otro, que es más suya que la propia... los dedos, afanosos exploradores de cada centímetro de la piel amada...
Las sábanas húmedas, territorio sagrado para dar rienda suelta a este amor...
Los músculos tensos, ciega la vista, hundiéndose en un paroxismo con olor marino, donde los hombres se vuelven dioses...

Se besaron hasta hacerse daño...

viernes, 5 de noviembre de 2010

Yo, la distraida.

¡Hey, escuincla, se te cayó la cabeza!
Nunca faltó el maldoso que gritara esto al verme brincotear entre los charcos de la calle. Yo siempre me agachaba a buscarla , siempre caía en la trampa de revisar lodazales, mientras los demás niños se burlaban de mi aturdimiento. Creo que desde esa edad comencé a ser olvidadiza y a perder cosas sin darme cuenta.

A los 11 años olvidé de pronto que mi madre se había muerto y la buscaba a gritos entre los tendederos cargados de trapos pardos, en las azoteas desiertas, pidiéndole que ya no se escondiera, porque el juego de no verla me daba mucho miedo. ¡Cuántas veces acabé llorando sobre el pecho de alguna vecina compasiva, sorbiéndome los mocos junto con un té de tila!

A los 12 años otra vez me distraje y dejé la virginidad en un hotel;  yo estaba acurrucada junto a un zaguán, oyendo los gruñidos de mis tripas, cuando un  señor me tocó el hombro para decir casi en mi oreja: "ven conmigo chiquita, se te va quitar el frío".
Lo seguí con la boca echa agua sólo de pensar en un jarro de café caliente y tantitos frijoles de la olla.
Esa noche aprendí que la virginidad es solamente un rastro de sangre, gotas llenas de susto que gritan su muerte entre sábanas percudidas.  Desde esa vez, ya no sufrí por la comida: raterillos, obreros, borrachos sabían dónde encontrarme cuando se les alzaban las ganas.
Conmigo, las caricias buscaban siempre lugares oscuros, el "amor" prefería los cuartos de algún hotelucho para desbocarse, afanándose sobre mi cuerpo hasta dejarlo vencido y sudoroso.  Me llené de besos con olor a pulque y aguardiente.

A los 29 años conocí a un hombre de mirada tierna, limpia, para reflejarme en ella y así como soy de atolondrada, dejé que me crecieran como hierbas, las ansías de tener una familia, las ganas de esperar a un hombre con la comida recién hecha y la casa barrida, los deseos de desvelarme por dos, tres, hartos chamaquitos iguales a nosotros.
Él no pudo quererme... se quedó mirando mi pasado...
Arranqué mis hierbas a jalones, a lamentos y cambié los vestidos cortos por la mesa de dulces.

Hoy, a los 35 años, así como soy de distraída, dejé olvidadas -quién sabe dónde- las ganas de vivir.
A lo mejor se quedaron junto a la iglesia hechas bola, en el lugar donde vendo mis dulces. Puede que volaran hacia el campanario para confundirse con las palomas del atrio.
De regreso no venían conmigo; por más que hago memoria, no recuerdo sus pasos tras los míos.
Se me adelantaron, pensé, y llegué a buscarlas en el ropero, entre los vestidos entallados y rabones con los que salía a buscar dinero y compañía, entre las chambritas del hijo que ya no quiso vivir y se me fue secando en medio de los brazos.
Era un chamaquito que lloraba quedo, como si hasta eso le costara trabajo.  Yo me lo acercaba a los pechos para que bebiera fuerzas disueltas en mi jugo tibio. Vomitó la leche y los remedios hasta quedarse tieso, con la boca abierta.
Casi me olvido de llevarlo al panteón, de no ser por las vecinas que me obligaron a mirar que la criatura ya llevaba dos noches de estar fría.  Lo enterré junto con unas fotos de cuando yo era niña: mi madre y yo abrazadas, inmóviles, sonriéndole a un destino prieto.

Mis ganas de vivir no han regresado... yo ya las di por perdidas, por eso les cerré la puerta.
Se me antoja estar sola, encogida en la cama, esperando  a que acabe de salir toda la sangre de mis venas rotas y a que Dios... o el Diablo, se acuerden de llevarme.

lunes, 2 de agosto de 2010

Lejanía

Te extraño mucho. 


Cada vez que sales de viaje, me haces falta. Me hace falta tu sonrisa, tu calor, tu voz...

Creo que debería documentar clínicamente el insomnio que me sobreviene cuando no te tengo cerca.

Las horas pasan con una lentitud exasperante cuando no te veo, los días me parecen más largos sin ti.

Te amo con cada partícula de mi cuerpo y sin ti me siento vacía...

lunes, 19 de julio de 2010

Rencor

¿La mando golpear, violar, ... asesinar? ¿la ignoro y trato de seguir mi vida?, simplemente no puedo... no puedo con este maldito rencor que me corroe las entrañas.

Tengo ganas de colocar mis manos alrededor de su cuello y apretarlo hasta ver como escapa la vida de sus ojos, de golpear su cuerpo con furia hasta sacarme de dentro toda la rabia que he almacenado durante este tiempo. 

Siempre he escuchado que el odio y el rencor sólo le hacen daño a quién los siente, claro que eso lo debe haber dicho alguien a quién nunca le hicieron nada malo.

No, si sentirse Gandhi es lo más sencillo del mundo, pero a la hora en que alguien amenaza lo más preciado en tu vida, cuando alguien se atreve a atentar contra tu felicidad, es cuando el cavernícola que llevas dentro surge, le da un garrotazo a tu sentido común y simplemente quieres hacer lo que te grita el instinto.

¿Servirán de algo realmente las maldiciones?   Si es así, ojalá y le caiga la peor de ellas y sufra mil veces la agonía que me ha hecho padecer.


jueves, 6 de mayo de 2010

Alma

Sufrí una gran decepción cuando descubrí quién era realmente Alma, había creído encontrar a una persona auténtica, locuaz, franca y digna se ser mi mejor amiga, pero como casi siempre pasa, era demasiado bueno para ser verdad.

¿Qué hace a una persona mentirle a otra? ¿los mitómanos no se dan cuenta del daño que le hacen a los demás y se hacen ellos mismos con sus mentiras? ¿iba a cambiar mi afecto por ella si me decía que no podía invitarme a la fiesta de 15 años de su hija? ¿la iba a apreciar menos si me decía que se iba a Cancún en autobús en lugar de decirme que se iba en avión? ¿sería menos su amiga si me confiaba que compro un coche nuevo en lugar de decirme que es de su novio/amante/chofer? ¿no se da cuenta que ya no puedo confiar en ella?

Me queda claro que no se puede ser amigo de alguien en quien no confías, entonces ¿por qué le sigo hablando? Creo que he llegado a un punto en que prefiero seguir siendo su "amiga" que su enemiga.  Nunca me ha gustado tener enfrentamientos con las personas y sobre todo con alguien que en algún momento aprecié, así que desde hace un año, para mi Alma dejó de ser mi amiga para convertirse simplemente en una conocida con la que me reúno de vez en cuando para intercambiar chistes y cosas así de superficiales.

Lástima, me había dejado llevar por una muy buena primera impresión.